..................................Cambiando Paradigmas .... Psicóloga. Verónica D. Montes ................

martes, 18 de junio de 2013

los adictos al azúcar ... necesidad de ser amados

los adictos al azúcar ... necesidad de ser amados

El colapso general de nuestros chakras cardiacos, se debe a nuestra forma de vida en la que la alienación y la pérdida de valores, significa que muchos de nosotros experimentamos muy poco amor en nuestras vidas diarias.
Una razón de la confusión entre el azúcar y el amor es que el azúcar ocasiona un flujo de sangre al área cardiaca, y esto nos hace creer, a nivel incosnciente, que este chakra está siendo nutrido.
Ultimadamente, lo que el azúcar hace es debilitar las paredes del corazón y los vasos sanguíneos creando una tolerancia tal que necesitamos más y más azúcar para conseguir el mismo efecto.
El daño hecho en el chakra del corazón repercute fuertemente sobre el chakra del plexo solar.
La obstrucción de este centro conduce a sentimientos de autorechazo. Adicionalmente, cuando la energía del corazón está bloqueda, la persona no se siente amada, y los problemas del plexo solar se transladan a ello: "Debe haber algo malo en mí si nadie me ama."

El azúcar también tiene un poderoso efecto en el primer chakra, ya que toma la energía de éste para llevarla arriba y producir el efecto de energía en el corazón.

Las obstrucciones  del primer chakra pueden predisponer a problemas de aumento de peso o de alcoholismo.

El azúcar ES UNA DROGA, quizá no altere tu conciencia de una manera obvia e inmediata como el alcohol o las pastillas, pero produce cambios en el estado físico, emocional, mental y espiritual del usuario. Y como cualquier otra adicción, es devastadora en esos cuatro niveles.
Está en la naturaleza del todos los adictos negar que tienen una adicción.
Y también lo está apuntar hacia otros adictos y decir "Mi problema no es tan serio como ese". Especialmente los adictos al azúcar sufren de esta forma de negación, en parte porque en nuestra cultura se subestima grandemente el poder del azúcar como droga.
Los anuncios nos empujan a consumirla, las gigantes corporaciones alimenticias nos empujan a consumirla y las situaciones sociales nos empujan también. El azúcar se ha convertido en el mayor contaminante de nuestras comidas.
Por otra parte, la negación viene del hecho mismo de que el azúcar afecta el plexo solar, el asiento de la auto estima. Y para dar salida al auto odio resultante, los adictos al azúcar se comprometen en buscar fuera de ellos la adicción. Mantén una mente abierta acerca de esto.
Parte de esto quedará registrado y trabajará en tu conciencia superior, no importa cuan vehementemente lo rechaces a nivel conciente.

Cuando somos niños y nos enfermamos nos programan diciéndonos "Come -esto te dará fuerzas", aunque seguramente el ayuno nos iría mejor en tales situaciones. Entonces estamos programados desde la niñez para ver a la comida como una fuente de poder, y entre más fuerzas creemos necesitar para cumplir nuestra visión, más comemos buscando esta fuerza.
El combustible de nuestros cuerpos es la glucosa, nuestra primaria y más directa herramienta de poder.
Así es que el abuso de azúcar, que está estrechamente ligada a la glucosa, es parcialmente acerca de combustible, y nuestras comidas cada vez contienen menos energía debido a todo el procesamiento.
Confundimos comida con energía y comemos cuando nos sentimos drenados. Incluso los comerciales hacen ver al azúcar como una fuente instantánea de energía. Si la energía y la comida fuesen lo mismo, entre más comiésemos, más energía tendríamos.
Pero en lugar de ello, sobrepasarse comiendo causa un colapso de energía en todo el cuerpo.
La comida procesada ha perdido su energía, su fuerza de vida, y nosoros aún tenemos la expectativa de que la comida la contiene.


En muchas culturas y religiones, la comida se compartía en situaciones rituales. La comida era una declaración de amistad, un extraño que comía contigo se convertía en tu protegido.
El ritual de comunión en muchas religiones afirmaba la conexión de las almas cuando compartían el pan.

Hoy en día, comer juntos continúa siendo uno de nuestros principales actos sociales, aunque a menudo falte la comunión, falte la conexión entre los corazones y comamos de más para llenar el vacío.
sanando el vacío.. armonizar el centro energético plexo solar y corazón:
 El azúcar refinado es una forma cristalina, de manera que los adictos a ella pueden vibrar especialmente con los cristales, siendo el cuarzo transparente especialmente útil. Sin embargo, el cuarzo rosa es la piedra principal del chakra cardiaco , ten cerca un cuarzo rosa, medita con èl, duerme cerca de un cuarzo rosa.
cuando te den ganas de comer dulces: Necesitas una pieza de cuarzo rosa del tamaño de una nuez y una pieza de cristal transparente un poco menor. Sostén el cuarzo rosa en tu mano izquierda y el cuarzo transparente en la derecha. Cierra los puños y siente la energía subiendo por tus brazos hacia tu pecho. Abre el campo energético de tu corazón y estómago para que sea llenado por esta energía confortable y cálida.
 
 
 

Cuando no eras más que un brillo en los ojos de tus padres

«cuando no eras más que un brillo en los ojos de tus padres»

Las investigaciones revelan que los padres actúan como ingenieros genéticos con sus hijos durante los meses previos a la concepción. En las etapas finales de la maduración del óvulo y del espermatozoide, se ajusta la actividad de los grupos de genes específicos que darán forma al niño que está por nacer mediante un proceso llamado «impresión genómica», los acontecimientos de la vida de los padres influyen en la mente y el cuerpo de su hijo.
Las madres y los padres son responsables de la concepción y del embarazo, aun cuando sea la madre quien lleva al hijo en su vientre.

Las culturas originarias conocen la influencia del ambiente en la concepción desde hace milenios. Antes de concebir un hijo, las parejas purifican mente y cuerpo en un rito ceremonial.

La esencia de la paternidad responsable es que tanto las madres como los padres se responsabilicen de educar niños sanos, inteligentes, productivos y llenos de alegría. Claro está que no podemos culpamos, y tampoco a nuestros padres, por los fracasos de nuestra vida o de la vida de nuestros hijos.
La ciencia concentra nuestra atención en el determinismo genético y no nos informa de la influencia que las creencias tienen en la vida ni, lo que es más importante, de cómo influyen nuestros comportamientos y actitudes en la vida de nuestros hijos.
La información adquirida mediante la percepción paterna del entorno se transmite a través de la placenta y orienta la fisiología fetal para que el niño pueda enfrentarse de un modo más eficaz a las necesidades futuras que encontrará tras su nacimiento.

«Eres personalmente responsable de todo lo que te ocurre en la vida una vez que eres consciente de que eres personalmente responsable de todo lo que te ocurre en la vida».

(fragmento del libro La Biología de la Creencia )
 
 

sábado, 15 de junio de 2013

El aprendizaje social y emocional, las habilidades para la vida


Estamos privando a niños y jóvenes de un desarrollo óptimo cuando no les damos
oportunidades de aprendizaje social y emocional.
René Diekstra


Elsa Punset:
Entonces, si tantos datos confirman que las habilidades sociales y emocionales son importantísimas para los niños en todos los ámbitos: el empleo, sus relaciones con otros,su salud mental y física, ¿por qué todas las escuelas no los ponen en práctica de la misma forma que enseñan matemáticas?, ¿por qué no enseñan otras habilidades ?
René Diekstra:
La mayoría de las escuelas no lo hacen de forma sistemática. No tienen tiempo ni apoyo ni financiación, pero lo más importante es que no saben cómo hacerlo. No se les ha asesorado respecto a cómo hacerlo de la mejor forma posible.

Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones no solo tendrá mejores resultados académicos, sino que estará más preparado para el mundo laboral. Uno de los grandes descubrimientos de las últimas décadas es que se pueden educar las emociones y el comportamiento. Mediante programas probados científicamente, es posible desarrollar lo que llaman habilidades para la vida, es decir, una serie de destrezas en el ámbito social, emocional y ético, que complementan y optimizan las habilidades cognitivas e intelectuales. 
En este capítulo de Redes, Elsa Punset charla con el psicólogo y experto en educación emocional Rene Diekstra, con quien veremos en qué situación se encuentra actualmente el aprendizaje de esta disciplina y qué ventajas concretas tiene en el desarrollo de niños y jóvenes. 



Las rabietas y el llanto de los niños

Está muy extendida la teoría de que a los niños (2 o 3 años) hay que dejarlos solos cuando tienen una rabieta. 
Claro, en la versión progre” del tema se dice que al niño se le deja desahogarse, pero el resultado es el mismo (le dejas solo y llorando) que en la versión tradicional: 
 “no es más que teatro, así que hay que quitarle el público”, 
o en la conductista: 
“aislado en tiempo de exclusión hasta que aprenda a comportarse como es debido”.

Quizás parte del éxito de algunas de las teorías de “dejar llorar” viene de una confusión semántica: “no dejar llorar” frente a “no dejar llorar”. 
Me explico. Cuando yo digo que no hay que dejar llorar a un niño lo que estoy diciendo es que los padres no tienen que hacer una actividad denominada “dejar llorar”, actividad que consiste en pasar de un niño que llora y no hacerle caso. Yo no estoy prohibiendo nada al niño, en todo caso estoy “prohibiendo” a los padres que le “dejen llorar”. En cambio algunas personas lo que dicen es algo muy distinto, que el niño no debe hacer una actividad denominada “llorar”, que los padres deben impedírselo, prohibírselo, incluso castigarlo por ello. Eso, claro, me parece una barbaridad.

Es una actitud mucho más extendida de lo que parece. Miles de veces, en vez de intentar consolar de forma adecuada a un niño (cogiéndolo en brazos, o dándole teta, o preguntándole qué le pasa, o diciendo “pobrecito, qué pupa más grande” o “sana sana culito de rana” o reconociendo el problema “sí, qué rabia, tenemos que irnos del parque porque es muy tarde, menos mal que mañana podremos volver…”), se le dicen con la mejor de las intenciones cosas como “no llores, que te pones muy feo”, o “qué vergüenza, un niño tan grande y llorando”, o “no llores, que los niños valientes no lloran”, o “no llores que pareces una nena” o “me duele la cabeza de oírte llorar”, o “este señor se va a enfadar si lloras”, o “cállate de una vez”, o “me tienes harto con tus llantos”.

Todos estos son ejemplos, unos más suaves y otros más bestias, de “no dejar llorar”. Claro, a todos se nos ha escapado alguna vez, y por una vez no tiene importancia; pero imagínense lo que es que cada vez que lloras, sea cual sea el motivo, te digan que te pones feo. 
¿Qué va a sentir, cuando sea mayor, una persona educada así? 
¿Qué comprensión, qué empatía, podrá sentir por el dolor ajeno, por el llanto de sus propios hijos? 
Le estamos diciendo que la belleza es el valor supremo, y que uno tiene incluso que reprimir sus propios sentimientos para poder ser “guapo” y por tanto aceptado socialmente.

Lo mismo que, cuando dejamos solo a un niño con una rabieta, cuando deliberadamente nos vamos de la habitación, o lo enviamos sólo a una habitación, le estamos enseñando que el dolor no es socialmente aceptable, que una persona bien educada no “se deja llevar” por sus sentimientos en público.

Otra cosa sería un niño mayor (o adolescente) que deliberadamente se va a llorar solo. También hay que demostrarle que tiene derecho a aislarse, si eso es lo que desea. No salgas corriendo detrás, no le digas que “es de mala educación” y que “no puede levantarse de la mesa”… pero puedes, al cabo de un tiempo prudencial, acercarte, decir algo, y seguir o retirarte según su respuesta. 
Cuando mis hijos tenían rabietas, lo probaba todo. Es cierto que en algunos casos parece que no quieran ser consolados: si les hablas o les preguntas, lloran aún más fuerte o te insultan, si intentas cogerles en brazos se resisten y patalean, si les tocas te pegan. En esas circunstancias, es muy humano sentir la tentación de decir:
 
 “¿Y encima me pegas? ¡Pues me voy y te j….! ¡Yo no tengo por qué aguantar esto!”  

Sentimiento que muchos intentarán racionalizar (pues la capacidad del ser humano para engañarse así mismo parece ser aún mayor que su capacidad para dejarse engañar por otros) con argumentos como “es mejor que se desahogue” o “no es un castigo, es aplicar las consecuencias lógicas, debe aprender que si insulta y pega nadie querrá estar con él”. Es muy humano reaccionar así, pero ¿no es un poco “infantil”?  
 
¿No debería un adulto, que encima es padre, tener más herramientas que un niño de tres años para canalizar la ira y para mantener la compostura en situaciones difíciles?

Es un poco como si hubiera un individuo de pie en una cornisa, amenazando con tirarse de un octavo piso, diciendo a los bomberos: “si se acercan, me tiro”, y los bomberos dijeran, “bueno, hemos hecho lo que hemos podido; si se pone en plan imbécil no tenemos por qué aguantarle las impertinencias” y se fueran.

Supongo que cada niño es distinto, y que cada familia encontrará su propia estrategia. A nosotros nos iba muy bien, en las rabietas más terribles, alejarnos un poco y ponernos a hablar del niño en voz alta: “¿Sabes, Mamá, que ayer llevé a María a ver a Abuela? - ¿Ah, sí, fuisteis a ver a Abuela? - Si, y María estuvo ayudando a Abuela a preparar un pastel - ¿María ya sabe cocinar? - Sí, lo hizo muy bien, dijo Abuela que nunca había quedado la masa tan bien revuelta, sin ningún grumo de harina…” A medida que vamos hablando, notamos como María deja de llorar para poder oír mejor. “¿Y con qué hicieron la masa del pastel? - Pues con harina, leche, huevos, levadura, y… a ver si me acuerdo, había otra cosa…” Y de pronto María interviene: “-Y limón rallado, lo rallé yo”. 
 
A partir de ahí, la rabieta puede darse por concluida, siempre y cuando los padres sigan disimulando un rato y eviten la mezquina tentación de vengarse: “Ah, conque ahora hablas, creí que sólo sabías llorar”, o “No me interesa lo que digas, si tú no me querías oír a mí, yo tampoco te quiero oír a ti”, o “Ahora que has dejado de llorar, ¿me puedes explicar qué te pasaba?”…

Es asombroso la cantidad de padres que sienten (sentimos) la ridícula necesidad de decir la última palabra, de ajustar cuentas, de dejar bien claro quién se ha portado mal y quién se ha portado bien, la necesidad no sólo de vencer, sino de humillar al vencido. 
Que el mentiroso confiese, que el culpable pida perdón, que el desobediente obedezca… Supongo que son frustraciones sin resolver de nuestra propia infancia, que nos creemos con derecho a exigir de nuestros hijos absoluta sumisión porque sabemos que jamás la obtendremos ni de nuestros padres, ni de nuestro cónyuge, ni de nuestros amigos, ni de nuestros jefes, ni de nuestros subordinados, ni del gobierno…
 
por Carlos Gonzalez ( pediatra) 

Miralo otra vez... :)

durante la niñez tenemos todo el potencial...
con el tiempo.. què nos habrà sucedido???