..................................Cambiando Paradigmas .... Psicóloga. Verónica D. Montes ................

miércoles, 15 de junio de 2011

Niñas que traéis la luz al planeta con vuestras sonrisas y vuestra alegría. Permitirnos contaros un cuento...

 Niñas hermosas de gracia. Recién venidas al mundo pero tan conocedoras de la verdad. Niñas de esperanza, de luz, de amor. Niñas que traéis la luz al planeta con vuestras sonrisas y vuestra alegría. Permitirnos contaros un cuento...
Había una vez un reino muy muy lejano. Era un reino donde la dicha y la armonía reinaban por todos lados. No había tristeza, no había dolor, ni penas, todo era armonía. Los niños jugaban todo el día, no necesitaban ir a aprender al cole, pues el cole era la misma vida, los padres jugaban con ellos cada día, no necesitaban tampoco tener un horario para hacer deberes ni tareas. Todo estaba en armonía. Colmado de dicha. Fue mucho tiempo atrás cuando este reino existió y muchas personas vivieron en el. El trabajo se repartía y las personas iban a trabajar justo cuando sentían ganas de hacerlo, no por obligación, si no porque sentían ganas y les gustaba el trabajo. Los niños igual, aprendían cuando querían aprender, había lugares de ocio, lugares de ocio pensados para que los niños jugasen y mientras jugaban aprendiesen. No había peligro pues había grandes instalaciones y edificios para sanar a las personas que tuviesen problemas. Tenían tecnologías muy avanzadas. Tenían coches superrápidos teledirigidos donde los padres podían poner a sus hijos para que diesen grandes paseos por todo el reino. Tenían cohetes espaciales y viajaban lejos en el espacio también. También tenían rincones de música donde las personas se sentaban a escuchar y vivir la música, bailaban y les gustaba estar allá.
En este reino tan hermoso donde la paz y la armonía reinaba, vivía una gran doncella de la tierna edad de 13 años. Era una joven princesa no como las demás princesas con cabellos rubios y vestidos de color rosa. Era una princesa morena, preciosa, su color de piel era dorado, como el oro, y sus ojos negros alumbraban al universo entero. Era una doncella tiernamente querida por todos pues su belleza exterior no era ni comparable con la grandísima belleza interior que tenía. Cuando se miraba al espejo ella podía ver a su cuerpo, su rostro su imagen, pero por dentro era una estrella luminosa, preciosa, llena de luces de todos los colores. Eso no se lo mostraba el espejo, pero las demás personas sí lo podían imaginar. A su lado todos se sentían bien, todos se sentían alegres, felices. En armonía.
Paso que un día la joven princesa decidió dar un paseo por otros reinos, decidió visitar otros reinos pues supo que en ellos no se vivía tan bien como el reino que ella tenía. Viajo en uno de sus grandes autos y viajo hasta más allá de la gran isla del reino, hasta más allá de los mares, hasta más allá de las grandes montañas, cruzando desiertos, cruzando cumbres nevadas, y apareció en un lugar, un poblado donde las personas no se sentían tan felices. Algo les ocurría que no se sentían felices. Descendió de su vehículo y empezó a saludar a las personas. Estaba acostumbrada que ante su saludo las personas sonriesen alegres, estaba acostumbrada a las sonrisas, a la armonía. Pero cuando descendió de su nave y empezó a saludar no obtuvo la respuesta que esperaba, obtuvo miradas de odio, miradas de personas que no la veían a ella, ni su luz, la veían como un ser extraño, no eran capaces de ver la cantidad de luz que de ella salía, ni si quiera eran capaces de ver la hermosísima sonrisa que ella tenía.
Se puso triste. Se puso tan triste que se subió de nuevo a su vehículo y regreso en su nave hasta su tierra añorada. Allí permaneció en su habitación dos días y dos noches. Apagada, triste. No comprendía porque aquellas personas no lograron mirarla con amor, con alegría, no comprendía porque no vieron en ella alegría, cuando lo único que pretendía era trasmitirles su amor, su cariño.
Tras estos dos días y dos noches se levanto de su cuarto y salió de nuevo, pero esta vez se dispuso a viajar en la otra dirección. Subió en su auto y cruzó la isla del reino, cruzo los mares y más allá cruzo unas altísimas montañas desde su vehículo, pudo ver las cumbres nevadas en lo alto y pudo divisar un océano inmenso que llegaba hasta la lejanía, más allá de l oque era capaz de ver. Cruzo el océano, las montañas y más allá encontró un poblado.
Este poblado era diferente que el anterior, más bien parecía una pequeña ciudad, las casas eran más grandes y lujosas y en ellas vivían pequeñas personas enfurruñadas y enfadadas todo el día, parecía que una gran preocupación estuviese en sus cabezas y estaban todo el día muy muy preocupados. La joven princesa, bellísima y amorosísima princesa descendió de su nave. Llevaba un vestido luminoso de color azul y esperaba que las personas lo viesen bellísimo y le preguntasen por tan bella tela para poder compartir lo que ella conocía, como se confeccionaban la ropa en su reino, como se fabricaban los autos, como vestían, como vivían. Quería compartir su alegría y su compañía con estas gentes. Sin embargo cuando descendió de la nave se dio cuenta de inmediato que ni si quiera la veían, las personas estaban tan pendientes de su trabajo y sus preocupaciones que ni siquiera veían la luz de su nave, de su vehículo. ¡¡¡No se daban cuenta que un vehículo volador gigante se había parao en medio de la plaza de la pequeña ciudad!!! La joven princesa estaba asombradísima, ¿cómo podía ser? ¿Cómo podía ser que no viesen aquel maravillosos vehículo? Se acercó a una persona y se dispuso a saludarla, pero ¡sorpresa! ¡¡¡La persona no la veía!!! Estaba tan envuelta en un humo de preocupación que no lograba ver a la bellísima princesa. Se asustó muchísimo, se sintió sola, apartada. Por unos momentos sintió ganas de estar envuelta en aquella nube de preocupación con tal de ser vista y poder compartir con aquellas personas las bellezas de su reino, pero no hizo eso. Se subió a su nave y se marcho.
Así volvió a su hogar, a su reino, volvió a su habitación y quedó pensando un tiempo. Estuvo pensando sobre todo lo que había visto, sobre lo que había ocurrido, y se dio cuenta de algo muy muy importante que inmediatamente debía ser contado a todas las personas de su reino. Se levanto de su cuarto, salió y reunió a todas las gentes de su reino. Pidió que viniesen personas de todo el ancho y largo de su pequeña isla para asistir a un gran encuentro, una importante reunión convocada por la bella princesa maría. No dije su nombre antes? Que despiste tuve amadas niñas.
La ella princesa se sentó en una gran silla en un borde de una gran mesa coronada por las personas más importantes del reino, los más ancianos maestros de la isla. A los lados se encontraban todos los comandantes de la nación y más allá todos los habitantes en un gran circulo en forma de gran teatro, una gran instalación dispuesta de tal forma que todos podrían ser escuchados perfectamente cuando hablasen.

La princesa, la preciosísima princesa levanto la mano para acallar a las personas y pedir un momento de silencio. Así se silenció todo y ella comenzó a hablar:
-Hermanos y hermanas del reino. Estamos aquí reunidos por una importante suceso que he visto que está aconteciendo en el lugar donde tenemos el reino. Es algo que nos afecta y es algo muy peligroso. Parece ser que existe la posibilidad de que perdamos nuestra armonía y nuestra paz. Los reinos vecinos ya están siendo atacados por este gran mal y parece que empieza a crecer.
He viajado más allá de las colinas y valles de la gran isla del reino, he viajado más allá de los mares y océanos, de los desiertos y de los mares.
De pronto el tumulto sorprendido dijo un: ¡Oooooh! grandísimo, ¿cómo la jovencísima princesa podría haber salido ella sola y haber echo semejante viaje sin ayuda?, ¿sin contar con nadie?. Podría haber pedido cualquier ayuda, cualquier persona podría haber estado con ella, pero la valiente y bellísima princesa decidió ir sola.
- Habla joven princesa, esperamos que nos informes de inmediato ¿Qué ocurre en los lugares que visitaste? ¿Que males se avecinan? Y sobre todo ¿qué ocurrió que te dejó tan constreñida y asustada?
La princesa tomo aire y sonrió. Entonces dijo:
- Mis amados amigos. Vivimos en un lugar apartado del mundo, aquí no llega el mal. Pero aquellos que no viven aquí, aquellos hermanos planetarios no viven en tanta dicha como nosotros. Su penumbra les está cohibiendo de percibir la belleza del mundo, donde hay belleza ven odio, sus miedos y preocupaciones les están impidiendo ver la verdad, ante sus ojos puse mi nave y no fueron capaces de verla. Las personas de otros lugares del planeta, sucumbidos por sus miedos y sus propias desgracias, han dejado de sonreír.
Temo por nosotros, temo que el tiempo no nos permita ser tan felices como hasta ahora somos, no nos permita crecer y vivir en armonía como ahora vivimos. Mis amamos compañeros, mis hermanos, hermanas. Nosotros somos iguales que ellos solo que tuvimos la oportunidad de nacer aquí, en este prospero reino. Creo que deberíamos ayudar a estas personas que son como nosotros, son nuestros hermanos también. Ayudarles con nuestra alegría y nuestro amor y nuestra paz, ayudarles a despertar a su forma de vida tan ancestral, tan primitiva y sin sentido. Enseñémosles que la vida no tiene porque ser como ellos la viven.
La princesa hablo con sinceridad y ante una voz tan dulce todos se quedaron convencidos. La princesa tenía razón, debían ayudarles, aunque eso les costase romper la armonía en la que vivían, su amor y su alegría podía ser rota, sí, ¿pero no era acaso más importante ayudar a los seres amados, aunque estos se encontrasen tan lejos? ¿Aunque esto les supusiese romper con su día a día tan cómodo? Todos sabían que lo correcto era ir a esos lugares de incógnito y sembrar la alegría y la paz en esos pueblos.
Un sabio, un anciano sabio, tras esta decisión telepática y conjunta que tomaron se levanto y dijo:
-Vamos a prepararnos. Maestros, ancianos, princesa- esto último lo dijo con una voz amorosa hacia la princesa bellísima que reinaba con tanto amor y dulzura- Vamos a sembrar las semillas para que crezca la felicidad y la armonía en esos pueblos. Nos formaremos en grupos y nos repartiremos en los distintos reinos afectados y sucumbidos por la pobreza, la tiranía, el miedo, la angustia… la enfermedad. Vamos a repartirnos, pues nosotros hemos aprendido a ser inmunes ante semejantes degradaciones de la verdad, y con nuestra presencia poco a poco recobrarán el sentido de ser estas personas.
La princesa se sintió honrosa por tal decisión, pero también se sintió triste, sabía que si se mezclaban entre aquellos otros pueblos era posible que tardasen años en volver a reconocerse, en volver a sonreír. Sabía que la tristeza les embargaría igual que aquellas otras personas y que en poco tiempo empezarían a sentirse preocupados, tristes y enfermos, igual que ellos. Sabía que era lo correcto, lo que debían hacer por aquellos que tanto amaban, pero se sentía triste de saber que tardarían un tiempo en volver a reunirse como pueblo en paz y en armonía.
Un joven, un joven de la edad de la princesa que oyó los pensamientos y las preocupaciones de la princesa, sentado al borde del teatro, al borde del círculo, se levantó cuando estaban todos en silencio y dijo:
- Hermosa princesa, no nos separaremos del todo, pues nuestros corazones siempre estarán unidos. Iré a tu lado donde quiera que vayas y aunque no sea capaz de diferenciar tu belleza y descubrir tu alegría de entre toda la gente, te amará mi alma en silencio cada día de mi vida.
Esta es una oportunidad que tenemos de ayudar a aquellos que son nuestros hermanos. Cuando lo hagamos, empezará a desencadenarse un gran cambio y pronto nos volveremos a reunir, pero ahora en un gran reino, un gran planeta donde todos estarán despiertos, en armonía, y amada princesa. Todos te reconoceremos y te daremos las gracias por este momento.
La princesa, triste pero feliz a la vez, abrazo a todos sus hermanos y se despidió de ellos.
Poco a poco, en los grupos, fueron viajando a los diferentes lugares del planeta y así se sembraron las semillas que levantarán los cimientos para un plantea unido, en paz, en armonía.

La historia cuenta que más adelante, la joven princesa encontró al joven amado, lo reconoció y se casaron, pero esta es otra historia y deberá ser contada en otro momento.
Gracias por dar la oportunidad de contarlo, de narrároslo. Es vuestra historia, guardarla en vuestro corazón.

mayalay

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