Coyolxauhqui: La Profecía hecha mujer

Coyolxauhqui: La Profecía hecha mujer

De lo profundo del Universo nos llega la palabra sagrada de Ometeotl, manifestándose desde el Treceavo Cielo irradiando con su luz a través de la fuerza y palabra de Coyolxauhqui. Ella es la huella eterna que habita nuestro inconsciente desde tiempos primigenios de la humanidad; es la memoria que no olvida lo eterno del movimiento y del caos. El caos como parte natural de la vida, caos que antecede al orden y al equilibrio.

Coyolxauhqui es la Profecía hecha mujer que nos ha sido legada por la tradición náhuatl.Y su mensaje nos dice desde tiempo remoto, casi olvidado:

"El Caos tendrá lugar por largo tiempo, cuando la energía de la mujer pierda su cauce. La mujer querrá competir con el hombre por el poder. Entonces, el caos se posará sobre la esfera.

Esa batalla que librará con el hombre provocará que su energía se disperse, ella estará desmembrada, no integrada en sí misma. Perderá su camino, su lugar como responsable del cuidado de la vida no solo humana, sino de la vida en el mundo, su contacto con la Madre Tierra.

En ese lapso de oscuridad, se habrá diluido en el transcurrir del tiempo. Hombre y mujer caminarán por senderos separados, sin encontrarse uno con el otro, uno frente al otro.

El mundo quedará sin rumbo, pero habrá de llegar el momento en que se reconstituya a sí misma, para saber que la semilla de la vida está en su cuerpo, en sus manos. Luego tomará nuevamente su lugar junto al hombre, opuestos pero complementarios, reinstaurando un tiempo nuevo.

Cuando ella tome conciencia de su fuerza y responsabilidad en el plan de la Creación de Ometeotl ha de retornar el Orden y el Equilibrio. La Luz de un nuevo amanecer nos iluminará quedando atrás la oscuridad.

Vendrá el despertar de la humanidad. La Rueda del Tiempo caerá dando paso al Renacimiento de la mujer, quien como una tea, iluminará el camino por el que deberá transitar la humanidad entera".

Con sus cascabeles emite su mensaje desde el comienzo de los tiempos, para que no lo olvidemos nunca. Ahí en lo alto de la Jícara Celeste danza eternamente, ofrendando su danza sagrada ante Ometeotl.

Con su movimiento ritual aparece cada noche como un hermoso espejo, donde las mujeres nos miramos para recordarnos quiénes somos y como en esos tiempos, nos reencontremos en ella con la tona que nos es propia.