..................................Cambiando Paradigmas .... Psicóloga. Verónica D. Montes ................

lunes, 30 de mayo de 2011

“La Universidad Indígena nunca ha estado, está, ni estará encerrada entre cuatro paredes”. aprendizaje vivencia l!!

“La Universidad Indígena nunca ha estado, está, ni estará encerrada entre cuatro paredes”.

"Nuestra primera clase consistió en… ¡trepar por una montaña! Ese día hice cosas que nunca había hecho en mi vida, yo vivo en la ciudad, salgo poco al campo, tampoco soy espiritual ni intuitiva. Pero este día entendí lecciones de vida instantáneamente, lo que probablemente nunca hubiera ocurrido si hubiera leído un libro o escuchado una clase magistral porque tenía que vivirlo para entenderlo. Por eso pienso que la verdadera educación es vivencial; es la educación que provoca el cambio en el interior del propio estudiante, y luego al exterior. Esto me parece que siempre lo han sabido los sabios y verdaderos instructores de cualquier país y en cualquier tiempo.
Bueno. El día empezó un poco nublado pero nos fuimos, todos, un grupo de dieciocho personas. Había personas de todas las edades y clases sociales. También niños y sus perritos. Eso me gustó, nadie estaba excluido. El camino empezaba por una buena subida, por lo tanto era necesario dejar atrás todo peso superfluo y me di cuenta de que se trataba no solamente de peso físico sino también pesos inmateriales, como cargas emocionales del pasado, problemas familiares, traumas, bloqueos, creencias. “Esto se pone interesante”, pensé dentro de mí. ¡Cuántos excesos de equipajes físicos y mentales uno lleva en los hombros!
Hicimos un pequeño ritual para liberar el pasado algo que tengo que admitir, necesitaba mucho. También era para mí útil, como chica de ciudad que raramente sale al campo, aprender la importancia de la preparación: desde lo más trivial como tener buenos zapatos (sin tacones, jejeje), gorra, una buena chaqueta, agua. La preparación emocional y mental también es importante, como vencer los miedos, los prejuicios, estar decidida a avanzar en el camino de la vida, ser más determinada y firme en mis propósitos
El siguiente trecho del camino fue todo un reto para mí. Era un camino muy estrecho, con un precipicio a la derecha… y otro precipicio a la izquierda. ¡Y yo que tengo tendencia al vértigo! Estaba por dar media vuelta. “¡Esto es el colmo, que irresponsabilidad del guía-amawta! ¡Me voy a matar!” refunfuñaba. El camino era tan estrecho que ni siquiera dos personas se podían cruzar. El guía, como leyendo mis pensamientos, sonrió afablemente y dijo: “Esta parte es el Camino de la Vida. La única manera de pasar es haciendo una cadena”. Así que las dieciocho personas ¡incluida yo! nos cogimos de la mano y avanzamos sin soltarnos, los pasos de uno en los pasos del otro, con mucha concentración. Por primera vez en mi vida caminaba en cadena. ¡Yo sí suelo ser fuerte, no doy la mano a nadie en la ciudad! Me di cuenta que caminar en cadena había creado una fraternidad sin precedente con todos los concurrentes. “Somos hermanos desde hace siglos” escuché murmurar al compañero de delante. ¡Tenía razón! Y todos vencimos nuestros miedos, ni uno se quedó atrás. Antes de emprender ese tramo, pedimos permiso a la Pachamama. Estábamos a salvo.
Tras esta iniciación para vencer los miedos, creo que pasamos a otro nivel. Mi percepción era muy aguda, mucho más de lo normal. Todo se volvía enseñanza. El camino se regularizó pero seguía con una buena pendiente. Estaba sudando. Aprendía sobre los diferentes lugares y los guardianes de los mismos. También sobre las plantas medicinales que íbamos encontrando en el camino. Ese día aprendí por primera vez a pedir permiso a la Tierra, a respetar los lugares, las plantas, a respirar, a agradecer, a conectarme con el espíritu de las montañas sagradas, a cantar mantras andinos, a cantar a la Tierra (esta parte me emocionó mucho, dar cariño a la Madre Tierra, nunca se me había ocurrido que la Pachamama necesitara de mi cariño también), a abrazar de verdad a mis hermanos, a compartir comida, agua, a dar una sonrisa de aliento. Tuvimos una muy bella ceremonia arriba y el guía espiritual nos limpió energéticamente a todos. Detrás de las grandes rocas que nos rodeaban aparecieron águilas. “Vienen a vigilarnos y a darnos fuerza” dijo el guía. Estábamos emocionados. Aprendí a tener un animal de poder. Me conecté con su fuerza.
Eso sí que nunca lo aprenderé en las universidades convencionales. Verdaderamente estaba en la Escuela de la Vida ¡Y es otro cuento! ¡Otros paradigmas! Por iniciaciones, por vivencias, por otras maneras de transmisión de conocimientos-sabiduría. Ese día empecé a despertarme y a sanarme, física, emocional, mental y espiritualmente. No lo puedo olvidar, porque es como si hubiera entrado en mi cuerpo, se hubiera grabado a nivel celular, no sé muy bien cómo explicarlo.
 Ahhhh, y olvidé decirles que cada vez que miraba las piedras del camino ¡siempre había una con forma de corazón! ¡No podía creerlo! ¿Será que tenía que aprender a abrir mi corazón? ¿Qué mensajes tiene el Universo cuando uno se abre? Era demasiado para mi lógica cartesiana
Mientras dejamos a Cristina con sus águilas y sus piedras en forma de corazón, analizamos cuán pedagógica fue esta salida. A nivel de desarrollo bio-integral, observamos que fueron atendidos a la vez todos los niveles de desarrollo del ser humano:
-    La parte física, con el arduo trabajo físico, la activación permanente de los cinco sentidos, el contacto con la Tierra, el viento, el sol…
-    La parte emocional, cómo ha sido desprenderse del pasado, vencer los miedos, aceptar el amor fraternal…
-    La parte eco-ético-social, por estar con la Naturaleza, por el compañerismo (recuerden, nadie se ha quedado atrás, todos avanzaron). A nivel ecológico, no dejamos ni un pedacito de basura, más bien hemos recolectado la basura que encontramos en el camino. Hemos dejado el lugar más limpio. Los niños nos observaban y hacían lo mismo sin que les dijéramos nada. También aprendimos a no arrancar ninguna planta de su lugar.
-    La parte multicultural fue ampliamente atendida y más que todo vivida. Según los casos hemos reforzado nuestra propia cultura o aprendimos la del otro en una convivencia cariñosa.
-    La parte estética-creativa fue activada todo el tiempo, por disfrutar de la belleza de una ceremonia, la majestuosidad del paisaje y la creatividad de generar energía pura de luz desde el corazón (también habíamos hecho una pequeña sanación a distancia).
-    La parte cognitiva, aprendimos sobre plantas medicinales, sobre topografía, vocabulario de idiomas locales.
-    La parte psíquica-intuitiva fue reforzada, aprendiendo a conectarse con las fuerzas de la naturaleza, los achachillas (espíritus de las montañas), conocer a su animal de poder.
-    Y la parte espiritual, por aprender lo sagrado de la Vida y conectarnos con nuestro yo interior

Además, si uno observa atentamente, esta salida procuró utilizar todas las inteligencias múltiples:

-    La inteligencia lingüista, mediante el intercambio oral de los conocimientos, aumento de vocabulario, tanto español como de idioma aymara y quechua, por ejemplo.
-    La inteligencia lógico-matemática, a través de la medición de los tiempos, utilizando las cuatro direcciones, la trayectoria del sol, la topografía, por ejemplo.
-    La inteligencia visual-espacial, mediante la utilización de formas geométricas sagradas y la estética ceremonial entre otros.
-    La inteligencia corporal-kinestética, por la caminata (que fue dura incluso) y por el hecho de que la dinámica de las ceremonias es esencialmente corporal (Posturas, movimientos, respiraciones, ponerse en círculo, activación de los cinco sentidos, especialmente del olfato).
-    La inteligencia inter-personal por la relación en el grupo.
-    La inteligencia intra-personal, por la introspección interior que se ha requerido.
-    La inteligencia naturista (o naturalista), al encontrarse fuera en la montaña, con las plantas, los animales, las piedras, los elementos y los elementales.
-    La inteligencia trascendente y la inteligencia energética, viviendo la experiencia espiritual y captando los campos morfogénicos de los elementos, entre otras cosas.

El relato confirma que la enseñanza originaria es vivencial e iniciática.
Armoniza los hemisferios cerebrales, activa la glándula pineal y pituitaria y, lo más importante, hace brotar el amor, el amor a uno mismo, a los demás, a la Madre Naturaleza y al Gran Todo.
Así, como dicen los mamos o guías espirituales de la Sierra Nevada, Colombia:

“La Universidad Indígena nunca ha estado, está, ni estará encerrada entre cuatro paredes”.

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