Son
muy pocas las personas que pueden enfrentar
una enfermedad con un sentido profundo, con
el sentido de enterarse de qué es lo que
está sucediendo y por qué se ha manifestado
su enfermedad.
A la mayoría de las personas
les resulta muy cómodo y tranquilizador el
uso de fármacos o una cirugía para mejorar
su estado de salud. Acudir a la medicina
tradicional para superar su dolencia lo más
pronto posible se convierte en el único
propósito, perdiendo de vista la inmensa
información que esa dolencia le puede
aportar a su vida para mejorar algún aspecto
importante y además, para evitar volver a
enfermar de lo mismo o de otras dolencias
que se relacionan con el mismo tema.
La persona que recibe su
enfermedad sabiendo que es un estado de
desequilibrio producido en su interior
comenzará a informarse, observarse,
corregirse y aprenderá algo importante para
su vida, sin dar tanta importancia a la
dolencia en sí misma, sino, rescatando el
mensaje más valioso que es conocer la causa
del desequilibrio.
La persona que logra
comprender el mensaje sana de inmediato y es
muy poco probable que vuelva a manifestar la
misma enfermedad nuevamente.
Cuando acepta
el reto, su vida mejora en los aspectos que
se relacionan a la creación de su
enfermedad, teniendo la posibilidad de
desarrollarse más plenamente, más sano y más
feliz.
La persona que se deja sanar por agentes
externos, sin hacer los cambios internos,
tiene muchas probabilidades de volver a
manifestar la misma enfermedad varias veces,
y si se ha acogido a una cirugía es posible
que luego enferme otros órganos del cuerpo.
Cuando comprendemos que la
enfermedad es una posibilidad de crecer y
hacernos más fuertes, las cosas se
desarrollan de forma muy distinta a lo que
sucede, con una persona que aún no lo ha
comprendido. Es verdad que resulta muy
sencillo acallar un dolor con un analgésico,
y olvidarse del asunto, pero también es
verdad que la tarea que emprende el que
comienza a excavar en su interior a partir
de ese dolor físico, saldrá renovado, más
maduro, más consciente y con la práctica no
volverá a necesitar enfermar para mejorar
algún aspecto de su vida.
Se sabe de lugares donde las
personas gozan de una excelente salud y una
larga vida y se han trazado factores claves
que determinan esa condición. Ellos son más
felices, ríen mucho, tienen más libertad,
más tranquilidad y disfrutan de la vida en
una forma más acentuada que los demás. Por
alguna razón, ellos han descubierto que se
puede vivir en perfecta salud y lo
practican.
No podemos desconocer que al
comenzar a observarnos vamos a encontrar una
infinidad de cosas desagradables que en
muchas ocasiones nos hacen sentir aún más
mal que antes de hacerlo. Sin embargo, la
tarea dará sus frutos sin excepción y los
beneficios serán elocuentes.
La gran tarea de observarse
es una bendición, si bien a veces dolorosa
al principio, luego se vuelve tan agradable
y necesaria como el aire para respirar.
Será
necesario atravesar las grandes verdades
espirituales, las grandes verdades
emocionales y las grandes verdades mentales,
para llegar al mundo físico donde solo se
está manifestando lo que sucede en nuestros
cuerpos energéticos.
Esto requiere tanta paciencia
y tanto amor por uno mismo, que a veces
creemos estar en una travesía titánica que
solo podría realizar algún ser con poderes
especiales y divinos. Sin embargo, todos y
cada uno de nosotros se encuentra
perfectamente capacitado para llevarla a
cabo.
Lo más complicado de esto,
puede ser iniciar la búsqueda en el interior
que nosotros mismos fuimos creando con la
aceptación de nuestra realidad, con las
experiencias de vida, con las ideas de la
conciencia colectiva y que dejamos entrar
sin haber podido filtrar.
Permitimos entrar
mucha información y muchas emociones que no
corresponden a nuestra condición de seres
divinos eternos y no nos damos cuenta de
ello porque no hemos tenido las referencias
de la verdad.
Encontrar esto y revertirlo a
veces es realmente una hazaña, pero es
absolutamente posible.
Parece tan normal permitir la
entrada de ideas limitantes, incluso es más,
si no lo hacemos nos sentimos extraños,
fuera de lo normal, insensibles o egoístas.
Por ejemplo, cuando aceptamos la idea de que
somos vulnerables, creemos que cualquier
situación o persona nos puede dañar,
renunciando a nuestra libertad y grandeza y
como consecuencia de eso nos enfermamos.
Otro ejemplo es cuando aceptamos la idea de
que estamos solos y desamparados,
renunciamos a la red y la fuente de la que
formamos parte, renunciamos a la seguridad
del sustento que nos pertenece por derecho
divino y como consecuencia de eso
enfermamos.
Cada vez que renunciamos a
alguna verdad enfermaremos.
Muchas veces el desequilibrio
energético se encuentra alojado en el cuerpo
emocional.
La revisión mental nos resulta
relativamente sencilla, comparada con la
revisión emocional.
El cuerpo emocional es
tan propio, tan interno y tan
característico, que nadie más puede
introducirse allí para hacer algo por
nosotros, solo nosotros podemos.
¿Quién
puede llegar a saber con precisión lo que
estas sintiendo, las emociones que te están
embargando?,
¿Quién puede encontrarlas por
ti y quien puede reemplazarlas por ti?
¿Quién puede tomar tus emociones y echarlas
al tarro de la basura y ponerte dentro las
que te hacen bien?
¿Quién puede regalarte o
venderte las emociones y las verdades que te
estas negando?
Por eso el camino a la
sanación se hace angosto y pesado.
Resulta
tan sencillo ingerir algo y olvidarte de
todo.
Sin embargo, nada que no sea nuestro
trabajo interior será verdaderamente
sanador. Hemos venido aquí a descubrir lo
que somos, a darnos cuenta de que podemos
volver al hogar, a encontrar el camino de
regreso casa y la enfermedad es una guía,
una guía maravillosa y valiosa, tan valiosa
que hasta la puedes recibir con alegría.
¿Pero quién recibe su enfermedad con
alegría?
Generalmente, cuando enfermamos nos
llenamos de miedo, de dolor, de angustia,
desesperación y una urgencia por encontrar
quien pueda arreglarlo por nosotros porque
nos sentimos indefensos.
Sentirnos indefensos frente a
nuestra enfermedad no nos ayuda. Es
preferible darle la bienvenida y recibir su
mensaje para iniciar la tarea de corregir,
crecer, amarnos, y aceptar nuestra grandeza
infinita.
Aceptar esta verdad nos sanará
definitivamente.
La ciencia, los fármacos y
tantas otras cosas pueden ayudar a palear la
enfermedad, pero en definitiva solo cada
cual puede sanarse a sí mismo.
Muchas veces
ni siquiera es necesario saber cuál es
exactamente el desequilibrio que te afecta,
a veces solo es necesario reconocer que algo
se puede mejorar para que el universo
ofrezca las soluciones. Somos tan amados y
tan bendecidos, que el solo hecho de poner a
disposición nuestro desequilibrio a la
voluntad de Dios puede sanarnos. No es
necesario que este proceso sea largo y
doloroso, no hay ninguna necesidad de sentir
dolor y angustia.
La persona que está más
acostumbrada a revisarse se sentirá más
segura y tendrá la certeza de la sanación en
cuanto se disponga a comprender que algo de
importancia sucede en su interior.
No
sentirá la urgencia de mejorar y se tomará
el espacio de reposo para mirarse con amor a
sí misma y aprovechará la posibilidad de
amarse un poco más, cada vez un poco más.
Esta persona ha comprendido que ha enfermado
justamente por eso, porque debe aumentar el
amor a sí misma y lo hará.
Patricia Gonzalez